Hace tiempo que quiero escribir algo sobre el feminismo, pero mira tú por dónde las musas (quizá intuyendo una diatriba que las ofenda en su feminidad) me rehúyen y me niegan su divino aliento.
Por este y otros motivos que ahora sería harto engorroso exponer (y sobre todo, porque me sale del nabo), he decidido dedicarle esta nueva entrada a un tema que me apasiona como aficionado a la teoría de la comunicación y la semiótica.
La redundancia es una cualidad de los mensajes que consiste en repetir información que ya se ha dicho y por lo tanto no aporta nada nuevo. Normalmente denota torpeza, falta de ideas y la necesidad perentoria de rellenar la hoja en blanco. Por ejemplo:
La soledad es un sentimiento solitario que uno siente cuando se encuentra solo.
¡Bien por Salma! |
También se utiliza para intensificar y/o subrayar una información a fin de evitar interpretaciones erróneas. O simplemente para machacar nuestras neuronas con el objeto de aturdirnos y vendernos algo, como sucede a menudo en publicidad ("el limpiador que lo limpia todo" o "las mata bien muertas")
A veces la gente habla de la noche de Nochebuena, los hermanos Fratelli, personas humanas, cállate la boca, sube para arriba, y muchas otras que te hacen añorar esas películas del Oeste en las que los diálogos se desarrollan a base de monosílabos y frases incompletas.
- ...Joe?
- Pete...
- ¿Un trago?
- Cómo no.
¡Elegancia!¡Economía del lenguaje!
Pero a veces, de forma inesperada el universo se alinea y la redundancia aparece de forma espontánea y te arranca una sonrisa. Te encuentras un técnico forestal que se apellida Bosque, o una empresa de reclamación de impagados que se llama "Cobra".
... y de cuando en cuando, amigos, la redundancia nos ofrece joyas como estas para regocijo de... los amantes de la simetría poética:
Hendricks: buena ginebra, mejores tetas. |
Quién necesita musas griegas... |